Reseña del libro «Antropología de la muerte» de Manuel Fernández del Riesgo. Editorial Síntesis. Año 2007. Realizada por Joaquín Vidal López.
Los límites de la razón y el exceso de la religión.
En esta entrada me dedicaré a comentar algunos aspectos destacados del libro «Antropología de la Muerte» escrito por Manuel Fernández del Riesgo, profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Se trata de un libro de lectura muy recomendable para todas las personas interesadas en el misterio de la muerte, y en las maneras que podemos tener de enfrentarnos a ella.
La muerte es plural
La muerte no es algo exclusivo de los seres humanos, los animales perecen, los ríos “mueren en el mar”, los planetas, las galaxias, el universo, tienen un comienzo, un desarrollo y un fin.
Por lo tanto, la muerte es algo presente de manera constante en cualquier aspecto de la realidad, sin embargo, el ser humano no solo “muere”, sino que también “se muere”.
La muerte no es algo de todo o nada. La frontera entre la vida y la muerte muchas veces no está clara, por consiguiente, la muerte es una categoría analógica.
Podemos considerar incluso, la muerte como un escándalo. Sólo el ser humano parece tener una conciencia profunda de su propia muerte. Ello ha provocado la aparición de elaborados ritos funerarios y de símbolos, mitos y religiones para tratar de explicar este “escándalo intolerable”.
El enigma del mal y las teodiceas religiosas
El hombre se desenvuelve en un entorno cargado de símbolos, es lo que llamamos cultura. Se observa en el ser humano una voluntad de desarrollo y realización, que se concreta en su aspiración a ser, conocer y amar, que nunca se acaba de satisfacer.
Para Fernández del Riesgo, la autoconciencia de esta inadecuación, de esa privación y desajuste se llama “la experiencia del mal”.
De esta manera, el mal se podría definir como “cruel indiferencia del curso de la naturaleza […] inmisericorde”.
Para hacer frente a este enigma del mal, la religión ha elaborado una explicación y unas alternativas prácticas, frente a las experiencias traumáticas, cuyo mayor exponente es la muerte.
La Teodicea es la disciplina que estudia la muerte. Etimológicamente significa “justificación de Dios”, es decir, por qué un Dios justo y bueno puede permitir el dolor y el mal en el mundo.
Nuestra sociedad ante la muerte
En nuestra sociedad el “tener” y la “competitividad” propician que el ser humano viva “distraído” y en “la superficie de la existencia”.
Hay un rechazo cultural hacia la muerte, que se disimula y rehuimos de ella. Pero el problema de “quién soy yo” y “cuál es mi destino” nos puede golpear inesperadamente cuando nos enfrentamos a situaciones límite, que nos pillan desarmados y desprotegidos.
La muerte hospitalaria y los nuevos ritos funerarios
La muerte robada: en la actualidad la muerte se puede ocultar en el anonimato de los grandes hospitales. Esto lleva en ocasiones a: a) Manipulaciones terapéuticas abusivas, b) La ruptura de las relaciones personales entre el enfermo y la familia, c) Los médicos se convierten en tanatócratas, es decir, administradores de la muerte de los demás y d) La muerte ya no es un acontecimiento sino un “proceso” burocratizado con muchas implicaciones éticas de difícil respuesta.
La impotencia de la filosofía ante la muerte
Epicuro
Epicuro argumentaba: ¿Acaso resulta tan terrible no ser? A fin de cuentas, durante mucho tiempo no fuimos, y eso no nos hizo sufrir en modo alguno. Tras la muerte iremos al mismo sitio donde estuvimos (o no estuvimos) antes de nacer.
Sin embargo, Fernández del Riesgo plantea una objeción. Epicuro falla porque considera la muerte como algo que nos viene del exterior, mientras que el problema está en la experiencia interior, donde se nos anticipa esta posibilidad.
Lo que nos angustia es la negación de nuestro ser, es la nada.
Ni siquiera el deseo de pervivir en nuestra descendencia o en las obras del espíritu es un consuelo suficiente.
El argumento epicúreo es un juego de palabras, un sofisma, pues la amenaza de la aniquilación no puede ser detenida por el pensamiento.
La irreversibilidad de nuestra existencia le dan una “seriedad” y un valor especial a la vida y al elegir humanos.
Sin la muerte, los acontecimientos y los retos no afectarían a la vida humana con la misma radicalidad. Siempre habría tiempo para realizar un proyecto, desdecirse, corregirse, etc. La muerte es un elemento valioso que contribuye a dar valor a la vida.
Heidegger
Por otro lado, Heidegger propuso una explicación diferente a la Epicuro. Para él, la existencia humana es el “lugar” donde alcanzar el sentido del “ser”.
El hombre es un ser arrojado a la existencia que intenta comprender sus posibilidades y proyectarlas al futuro.
Pero también puede sumergirse en el anonimato del “se” y entregarse a la vulgaridad cotidiana (a esto le llama «la caída»).
En este caso el hombre no asumiría su propio ser, sino que se sumergiría en la masa, dejándose llevar por los otros.
Sólo se puede salir de esta situación mediante la “angustia”. Con ella, nos sentimos como un ser desvalido, al descubrir un mundo fútil, en el que tenemos que elegir.
Para captar nuestra autenticidad y tener un sentido de totalidad es necesario tener en cuenta la muerte.
La muerte es siempre inminente, pues es una posibilidad concomitante del vivir.
El distraimiento es la represión de la angustia, que despersonaliza, alinea y malogra la llamada del ser.
Existir auténticamente es existir desde la permanente posibilidad de morir
La actitud más adecuada a la existencia auténtica es la “serenidad”, que contempla la posibilidad de la nada, pero también la de “algo” fundamental y misterioso.
Sartre
Desde una perspectiva más pesimista, Sartre opinaba que lo único que podemos decir de nosotros es que estamos y que “estamos de más”, absurdamente.
Para él, “Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por causalidad”. Todo ello resulta nauseabundo, repugnante y estúpido.
El hombre está condenado a ser libre, porque en cada instante, debe inventarse. Para Sartre, la existencia precede a la esencia. El hombre se revela como una “pasión inútil”, cuyo único proyecto es salvar su carencia de ser.
La muerte no es “una posibilidad”, como decía Heidegger, sino el fin de todas las posibilidades. En la medida en que la muerte nos es dada, no es un acto libre, sino algo que arrebata a la vida toda significación.
Hegel
Hegel, por su parte, consideraba que el sacrificio de los individuos y la ruina de los imperios están al servicio y redundan en el beneficio de un fin último: el autodesarrollo del Espíritu.
La historia no camina hacia el reino de la felicidad humana, sino hacia el triunfo de unos fines universales.
Para Fernández del Riesgo, Hegel olvida que cada ser humano es en sí mismo “insacrificable” en el altar de la historia. A juicio del autor del libro, éste es un olvido muy peligroso porque acaba justificando las barbaridades y las atrocidades de la historia.
Fernández del Riesgo considera que esto es un fraude sin apelación. Sería más lógico pensar que somos víctimas de un capricho incomprensible que nos elevó de la nada, para reintegrarnos a la nada.
Otros autores
El autor de «Antropología de la Muerte» continúa su interesante análisis de las maneras de afrontar o de tratar de explicar la muerte desde la perspectiva de otros autores. Por ejemplo, para Feuerbach el hombre debe asumir la realidad de la muerte y entusiasmarse con la realización del género (su especie).
Para Marx la muerte es la dura victoria de la especie sobre el individuo, mientras que para Engels la muerte es un hecho biológico, un momento necesario al servicio del despliegue de la vida.
Fernández del Riesgo considera que ninguna de estas perspectivas tienen una sensibilidad adecuada para el tratamiento del drama de la muerte individual.
Por último, diversos autores de la Escuela de Frankfurt abordaron esta problemática desde una perspectiva diferente. Para ellos, la “razón de los vencedores” es una razón desmemoriada con el pasado, que hace que constantemente la historia ocultada sea la de los vencidos.
El sufrimiento tomado en serio no puede ser el precio de la historia que hay que olvidar.
El horror y la injusticia no deberían tener la última palabra, sino que debería haber una justicia, una reparación del mal causado. Para Fernández del Riesgo, el sufrimiento de una sola víctima inocente cuestiona toda la moderna teoría del progreso.
No es de recibo una concepción de la historia que justifique o minusvalore el sufrimiento y la muerte personales, en aras de unos supuestos fines liberadores.
¿De dónde saca fuerzas el hombre para religarse a una deidad que, en último término, no le proporciona una salvación personal?
Necesidad de tomar partido ante el horror de la muerte
Tenemos que reconocer (creyentes, agnósticos y ateos) que en el ser humano hay una exigencia de trascendencia, que tendría que ser satisfecha para que la historia de los hombres tuviera sentido.
El hombre sin Dios, ¿no se convierte en un dios fracasado, en una especie malograda?
El “más allá” simplemente es la condición para que el mundo tenga un acabamiento adecuado.
Evidentemente, a la fe religiosa siempre le acompaña una “sombra de misterio”, y no demuestra lo que promete.
Resulta coherente con la lógica, pero siempre irá acompañada de la duda. Una duda que nos golpea con el peso de la biología.
Frente al “exceso del mal” que nos resigna a nuestra última derrota se opone el “exceso del bien” que nos ofrece la experiencia religiosa.
No es de recibo una concepción de la historia que justique o minusvalore el sufrimiento y la muerte personales, en aras de unos supuestos fines liberadores.
¿De dónde saca fuerzas el hombre para religarse a una deidad que, en último término, no le proporciona una salvación personal?
Tenemos que reconocer (creyentes, agnósticos y ateos) que en el ser humano hay una exigencia de trascendencia, que tendría que ser satisfecha para que la historia de los hombres tuviera sentido.
El hombre sin Dios, ¿no se convierte en un dios fracasado, en una especie malograda?
El “más allá” simplemente es la condición para que el mundo tenga un acabamiento adecuado.
Evidentemente, a la fe religiosa siempre le acompaña una “sombra de misterio”, y no demuestra lo que promete.
Resulta coherente con la lógica, pero siempre irá acompañada de la duda. Una duda que nos golpea con el peso de la biología.
Frente al “exceso del mal” que nos resigna a nuestra última derrota se opone el “exceso del bien” que nos ofrece la experiencia religiosa.
El estudio del pasado no debería tener un mero interés “arqueológico” sino que debería servir para incidir y transformar el presente.
Sin embargo, esta perspectiva es difícil sin tener en cuenta la dimensión religiosa o teológica, porque la exigencia humana de la felicidad y la justicia encierra la idea de salvación, que en último término es una categoría religiosa.
Aportaciones del autor
Para Fernández del Riesgo, el sufrimiento de una sola víctima inocente cuestiona toda la moderna teoría del progreso.
Frente al “exceso del mal” que nos resigna a nuestra última derrota se opone el “exceso del bien” que nos ofrece la experiencia religiosa.
Como conclusión, el autor prefiere estimar la segunda opción, a pesar de sus “inconvenientes”. Considera que la experiencia religiosa es para él la más convincente o al menos, la que le ayuda a vivir mejor.
Valoración
Se trata de una lectura casi obligada para todos nosotros, porque todos, en algún momento, nos tenemos que enfrentar a la posibilidad real (segura) de nuestra propia muerte. Incluso antes de esto tenemos que afrontar con coherencia y valentía la pérdida de seres queridos, muy queridos por nosotros.
Nuestra sociedad materialista, superficial, irreflexiva, nos invita al distraimiento. Cuando no podemos ocultar el pálpito de nuestra angustia existencial, podemos vernos tentados a caer en la desesperación (en la náusea, según Sartre). Pero hay muchas otras maneras más valientes, más esperanzadas, más realistas de afrontar esta realidad inevitable.
A esta reflexión nos invita Fernández del Riesgo, está en nuestra mano mirar cara a cara a la muerte y ver qué podemos aprender de ella para poder vivir mejor, de una manera más auténtica, más veraz y más constructiva.
El lector interesado puede adquirir su libro en el siguiente enlace: https://arascathedra.com/tienda/inicio/1772-antropologia-de-la-muerte.html
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