La Escalera del Zigurat – Blog de Filosofía y Ciencia
Sobre el autor
Nacido en la provincia de Alicante en el año 1972, Joaquín Vidal López es un escritor y conferenciante, amante de la ciencia, la filosofía y la historia.
En los últimos años ha recibido varios premios por sus trabajos de investigación sobre el efecto placebo y sobre las influencias de las emociones en lo que percibimos.
Ha publicado libros como El Viaje Interior, Manual de Terapia Visual o Memorias de Mba Turaco. Ha impartido numerosas conferencias en España, Alemania y Portugal. También coordina el taller de Filosofía de la Confederación de Escritores y Artistas Valencianos (CEVA).
Psicólogo y óptico-optometrista de profesión, se doctoró por la Universidad de Murcia en el año 2007. En la actualidad es Director la Escuela Internacional de Postgrado SAERA y Profesor Consultor de la Universitat Oberta de Catalunya.
¿Qué es un zigurat?
Un zigurat es un tipo de templo de la antigua Mesopotamia hecho de adobe (ladrillos de barro secados al sol) en su parte interna, y de ladrillos cocidos en el exterior. En ocasiones estaban vitrificados y recubiertos de distintos colores.
¿Para qué se usaba?
La función del zigurat era la de crear una vía de comunicación entre el cielo y la tierra.
Los hombres podían subir la escalera para estar más cerca del cielo y entrar en contacto con los dioses. Los dioses también podían descender del cielo y morar en este templo.
El zigurat también se utilizaba como atalaya desde donde divisar los astros, comprender mejor la mecánica celeste y realizar comprobaciones matemáticas. En aquél tiempo, Religión, Filosofía y Ciencia formaban una única fuente de conocimiento.
Con el tiempo, a la base inicial se le añadió una construcción encima un poco más pequeña, con lo que se ganaba en altura.
Se fueron añadiendo así una capa encima de otra hasta llegar a 7 o 9 alturas, al estilo de la pirámide escalonada de Sakkara en Egipto o de las pirámides de la América Precolombina.
¿Cuáles son los zigurates más conocidos?
Sin duda, el zigurat más conocido y que ha influido en mayor medida en la cultura occidental es la Torre de Babel, mencionada en el capítulo 11 del Génesis.
Según este relato, clave para la tradición cultural judeocristiana posterior, el hombre quiso construir una torre lo suficientemente alta como para alcanzar el cielo, y así igualarse en poder a Dios.
Yahveh vio la obra que se estaba construyendo y decidió confundir a los hombres, haciendo que cada uno hablara una lengua diferente.
Esto provocó la dispersión de los constructores y el abandono del proyecto.
Cambios sociales que aparecieron junto a los zigurates
La revolución neolítica de la que surgió Mesopotamia llevó a la concentración del poder en las ciudades-estado. El mando estaba bajo el poder absoluto de un soberano que imponía las normas de convivencia a la población.
Surgió la especialización en el trabajo, las leyes de obligado cumplimiento, y la separación del hombre de su estado de conexión con la naturaleza, tan propia de las sociedades cazadoras-recolectoras. Se pasó a una sociedad estratificada en la que cada ser humano ya no era tan dueño de sí mismo. Ahora formaba parte de una sociedad más compleja que le daba seguridad y bienestar. Sin embargo, se perdía algo de la libertad primigenia.
Apareció entonces una añoranza por el tiempo pasado, el estado de Yoga (unión con la naturaleza, con nuestro yo íntimo).
Era necesario volver a unir lo que se había separado (re-religare, volver a unir lo que ya estaba unido).
De ahí surgió la palabra religión. El objetivo de esta religación era volver al estado de comunión entre los seres humanos. En la actualidad aún estamos en ello.
El Blog
El título del Blog es una metáfora de la situación actual a la que nos enfrentamos como especie. Por un lado tenemos ansias de saber, construimos conocimiento, dominamos técnicas, vencemos enfermedades, queremos ser mejores, más poderosos, menos vulnerables. Si obramos con inteligencia y subimos cada peldaño de la escalera del zigurat con humildad, podremos divisar las estrellas y comprender mejor nuestro mundo, incluso podremos entrar en contacto con la divinidad. Si queremos ascender rápido, usar nuestros conocimientos para intentar ser dioses y utilizarlos de manera egoísta, tarde o temprano, la estructura de adobe y barro cocido cederá bajo nuestros pies, y perderemos lo que con tanto esfuerzo hemos conseguido.
Ésta es la encrucijada a la que se enfrenta nuestro mundo actual (¿y cuándo no ha sido así?). La ingeniería genética, Internet, la energía nuclear, etc., son herramientas que pueden servir para salvar vidas, pero usadas de manera incorrecta pueden provocar nuestra destrucción. Y recalco “¿cuándo no ha sido así?”, porque cuando se inventó el martillo se dispuso de una herramienta muy poderosa para realizar trabajos formidables, pero también nos permitía abrir la cabeza de nuestro semejante.
Cuando se inventó la noria, las aguas dejaron de pasar allá abajo en el río y empezaron a pasar por nuestro huerto, pero esto también provocó prácticas monopolísticas.
Casi todo avance tecnológico proporciona una mayor riqueza para quien dispone de esta técnica, en detrimento de quien no la posee. Por este motivo, los problemas a los que se enfrenta la humanidad, tienen en su mayoría causas muy antiguas, y generan problemas a los que ya nos hemos enfrentado una y otra vez en el pasado.
Por eso es bueno conocer la historia y leer a los hombres sabios que nos han precedido. Solo así podremos encontrar soluciones nuevas a problemas aparentemente nuevos. La Filosofía y la Ciencia actuales tienen mucho que decir al respecto.
¿Qué haremos en este Blog?
En este Blog reflexionaremos sobre el mundo actual. Para ello partiremos muchas veces sobre lo que nos ha dejado el mundo antiguo, porque como dijeron Isaac Newton, Juan de Salisbury, Robert Burton o Diego de Estrella somos enanos que caminamos “subidos a hombros de gigantes”.
Trataremos de aprender de los errores y de los aciertos de los que nos precedieron, creando nuestra propia opinión.
A menudo nos alejaremos del sentir popular. Sabemos que a veces podemos estar equivocados, pero que merece la pena intentar subir la escalera que nos lleva a las estrellas.
¿Me acompañas en este viaje?